Karakuri : el arte de la creación de autómatas que imita a la vida

En los mismos años en que el genial Pierre Jaquet-Droz asombraba a las cortes europeas con sus complicados autómatas, los japoneses habían desarrollado un arte muy parecido mediante la construcción de pequeñas muñecas mecánicas. Estas muñecas, llamadas karakuri Nyngyo, que se podría traducir como “aparatos mecánicos para producir la sorpresa en una persona”, constituían un auténtico prodigio de precisión e ingenio y eran capaces de desarrollar las actividades más sorprendentes.

Mediante un complicado sistema de engranajes y poleas, estos pequeños autómatas eran el capricho con el que los señores feudales sorprendían a sus visitas. Entre los Karakuri que se construyeron entre los siglos XVIII y XIX, se incluyeron muñecas que servían el té, que bajaban escaleras o caminaban sobre una cuerda.

En su época dorada, en el periodo Edo, eran empleadas no sólo como entretenimiento de la nobleza, sino también como juguetes infantiles e incluso en representaciones teatrales y ceremonias religiosas.

La muñeca para servir el té fue diseñada para llevar té a un invitado sorprendiéndolo. Fue utilizada más para romper el hielo y conseguir conversación que con otra finalidad. El anfitrión coloca una taza del té en la bandeja sostenida por la muñeca, que activa su mecanismo para moverla hacia adelante. Cuando el invitado toma la taza del té, levanta el peso de la bandeja y esta se detiene. Cuando la taza se coloca otra vez en la bandeja, la muñeca da la vuelta alrededor y camina de nuevo a su posición original.

Para los incondicionales de estos ingenios, os dejamos ésta página en la que se pueden adquirir Karakuris artesanales, listos para montar.

Una pequeña obra de arte predecesora de los modernos robots, ver vídeo.

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