Nuestras tiendas: el Dios del Té de Principe Pío



En Tea Shop Principe Pío (Madrid) ahora tienen una mascota y resulta que se trata nada más y nada menos que del 'Dios del Té'!!

Ana Isabel (dependienta de la tienda) nos ha explicado que la mayor parte de los chinos sólo conocen la rana de tres patas como símbolo de abundancia, pero por lo visto en el sur de china, en Shantou, la ceremonia del té tiene como componente el sapito del que afirman ser el dios del té.

Se le echa la primera infusión como ofrenda por encima. El sapo suele ser de barro, y tiene orificios, para que al derramar el té sobre él, se llene y el té salga por la boca. Al cabo del tiempo, el sapo adquiere el aroma del té y son bastante valorados. El sapo está colocado sobre una plataforma circular con un fondo donde va a parar la primera infusión tras ser derramada. La segunda se vierte en los cuencos que están sobre esa misma plataforma y se toma.

Ana Isabel también nos ha hecho llegar la leyenda general acerca del sapo de tres patas recogida de una web sobre feng shui:

"Hace mucho tiempo, en los umbrales de la historia, más allá del reino de

Tsiu, vivía un muchacho llamado Lié Pian, su padre era leñador y dentro de su pobreza vivían felices. Lié era el mayor de la familia y tenía apenas diez años, su hermano Huna tres y una hermana recién nacida, llamada Pay Hui, que en su idioma significa estrella.

A Lié le gustaba jugar en sus ratos libres a la orilla de un pequeño charco cercano a su casa, que era alimentado por un riachuelo de aguas cristalinas. Un día que paseaba por la orilla, escuchó un fuerte “croac” que producía una enorme rana que plácidamente tomaba el sol sobre un tronco seco.

Lié era atravieso como todos los chicos de su edad, sin detenerse a pensar el innecesario daño, lanzó una piedra con tal puntería que le atinó en una pata trasera, por supuesto que la rana se lanzó al agua de inmediato.

Contento se fue a su casa Lié, pero al paso del tiempo algo lo incomodaba, era el recuerdo del daño hecho a aquella rana tan grande, sin motivo alguno. Su obsesión creció. Y buscaba de viva voz a la rana por la orilla del charco, sin saber qué hacer. Un día se le ocurrió una idea, y fue a dejarle jugosos insectos precisamente sobre el tronco en que la había visto. Al día siguiente observaba que los insectos desaparecían pero nunca veía a la rana.

Lié creció, y ayudaba a su padre en el oficio; sin dejar jamás pasar un día en que no dejara algún grillo sobre el tronco en donde había lesionado a la rana, y un buen día, cunado menos lo esperaba la vio, precisamente como la primera vez, con cuidado se acercó a ella, y la rana no se movió. Ahí mismo sin saber si ésta le entendía le pidió perdón, y le dijo lo que su corazón sentía. La rana sólo contestó con un “croac” con pesadumbre y tristeza observó que la rana sólo tenía tres patas, que le faltaba precisamente la que había lesionado la piedra.

Lié se hizo hombre se casó y tuvo muchos hijos sanos y fuertes. Construyó su casa a la orilla del charco, ahí donde vivía precisamente la rana de las tres patas. Y platicaba a diario con ella de todo cuanto le acontecía, aunque la rana sólo le contestaba con un “croac”.

Y un día el más chico de sus vástagos enfermó, y pese a todos los cuidados no se curaba; y Lié gastó sus ahorros en medicinas, pues después vendió cuanto tenía de valor.

Al fin y a base de ruegos consiguió que un eminente médico auscultara a su hijo, quien le dijo a Lié, que era una medicina rara y costosa la que éste necesitaba, y que si no la tomaba antes de la luna nueva, su hijo moriría. Lié que era pobre y ya no tenía nada de valor, entró en depresión y no sabía qué hacer. Por supuesto que todo eso se lo platicó a su amiga de tres patas, quien le contestó con un “croac”.

La rana, que era muy vieja, sabía que el charco mantenía un secreto, había en él un tesoro que hacía muchos lustros unos bandoleros habían ocultado cuando huían de las tropas del rey. Los bandoleros fueron muertos y el tesoro quedó abandonado en el fondo.

Y precisamente la luna brillaba en todo su esplendor cuando Lié, su esposa y sus otros hijos, resignados, miraban como el infante agonizaba, pues nadie tenía dinero para prestarles y comprar la medicina.

En eso un fuerte croac se escuchó, y todos vieron con estupor, como una rana grande entraba a la casa, y en su hocico traía una moneda de oro.

Lié entendió que era su amiga que venía a ayudarlo, de inmediato compró la medicina, y su hijo se alivió.

Por eso, desde entonces, todos los descendientes de Lié, que ahora son muchos, veneran a la rana de tres patas, quien cada luna nueva le llevó a Lié una moneda de oro en su hocico, y que éste guardó prudentemente en su vasija de la fortuna, junto a sus ahorros, utilizando las monedas solo en caso de apuro.

Lié vivió hasta ver su cuarta descendencia, viviendo feliz y tranquilo, rodeado de abundancia en compañía de su familia y de su amiga la rana de tres patas."

Por cierto, después de leerla han tenido que cambiar el sapo de posición pues lo tenían al revés! (Hay que ponerlo mirando hacia el interior como si trajera la moneda, no hacia la puerta!). Venid a ver a nuestro "Dios del Té" en el centro comercial de Principe Pío!

Y para completar el tema, Marta Cots nos ofrece un par de páginas web en inglés con más información sobre las mascotas (dioses?!) del té:

 

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